historia de Noé
Según el relato del Génesis -la principal fuente de referencia sobre este personaje- Noé fue el único
varón hallado justo de toda la generación contemporánea a él, puesto que los
demás, estaban sumidos en el pecado y por su culpa la tierra "se hallaba
llena de violencia". Noé fue hijo de Lamec, pero no hay que confundir a
este Lamec, descendiente del tercer hijo de Adán, Set,
con el Lamec descendiente de Caín el cual por un asesinato tendría que ser vengado "setenta veces
siete". Lámec le llamó Noé ('descanso' en hebreo).
Este Lamec, a su vez, fue hijo de Matusalén, conocido
por ser el ser humano que muere con más edad de los citados en toda la Biblia
(969 años); el cual es hijo a su vez de Enoc, quien, según una tradición posterior,
profetizó sobre la llegada del Mesías y escribió sus visiones. (véase Libro de Enoc)
Noé fue padre, así mismo, de Sem, Cam y Jafet,
de los cuales, según la Biblia y el Corán, se repobló toda la tierra, Génesis 10:1.
El Diluvio Universal
Y se arrepintió Yahvé de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su
corazón. Y dijo Jehová: "Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres
que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves
del cielo; pues me arrepiento de hecho."
Dios, hastiado de la perversión humana, le
dijo a Noé: "Voy a arrojar sobre la Tierra un diluvio [...] contigo haré
yo mi alianza, construye un arca y mete en ella a tu familia y a una pareja de animales de cada especie. Según una
interpretación posterior, además, Noé pasó 120 años advirtiendo a sus contemporáneos
del peligro que los amenazaba, pero no le hicieron caso. Este añadido a la
historia tal vez se deba a una lectura del texto de Génesis 6:3, el cual dice
textualmente:
"Y dijo
Yavhé : No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque
ciertamente él es carne; más serán sus días ciento veinte años ".
Noé no tenía conocimientos ni las
herramientas para construir un barco, pero Jehová le suministra ambos elementos y el barco se construye en el transcurso de
una noche. Pero al final, fue solo un sueño. Mientras Noé y su familia
construían el arca, los vecinos y habitantes se mofaban de su empresa de
construir un navío en pleno desierto, de Ararat.
El diluvio comenzó en el año 600 de la
vida de Noé, y tuvo una duración de cuarenta días con sus noches respectivas,
durante los cuales toda la Tierra llegó a estar bajo las
aguas, destruyendo todo rastro de vida humana y animal, exceptuando a los
animales que, junto a Noé y su familia, subieron al arca.
Pero Noé no se daba por vencido, así que
envió una paloma, "a la hora de la tarde", con lo que Noé entendió
que el proceso de retiro de aguas de la tierra estaba avanzando.
Siete días después el patriarca volvió a
enviar la paloma, la cual no regresó, dando a entender, que la inundación cesó.
En el año 601 de la vida de Noé la Tierra se secó y, no obstante, su deseo por abandonar el arca, Noé y su familia
esperaron un mes más, hasta que el Señor les ordenó salir.
Maldición de Canaán
Después del Diluvio, el Génesis dice que
Noé comenzó a labrar la tierra y nos lo muestra plantando una viña, de cuyo
vino se embriaga, Cam ve "la desnudez" de su padre y se ríe de Él
(algunos sabios del Talmud piensan que no solo se río de él, también abuso de
èl), el cual al saberlo pronuncia una maldición en contra del hijo de éste,
Canaán, del cual profetiza que llegará a ser esclavo de Sem y Jafet, maldición
que, según algunos traductores, se cumple cuando Israel (de origen Semítico)
somete a los Cananeos, si bien permite que algunos, como los habitantes de
Gabaón, continúen con vida a cambio de ser siervos. Posteriormente, el propio
Israel, incluyendo a los descendientes de los cananeos supervivientes, llegan a
ser siervos de pueblos que nacieron de Jafet, cumpliendo así la profecía de
Noé. Junto con eso, su piel se tornó más óscura.
Después de esto, se nos informa que murió
Noé trecientos cincuenta años después del diluvio, a la edad de novecientos
cincuenta años. No se informa ni del lugar ni de su tumba.
El personaje Noé
La figura de Noé, sea lo que fuere de sus
remotos orígenes, representa en los diversos niveles de la Escritura el tipo del hombre justo que se libra del castigo y se beneficia de la
salvación. En medio de la iniquidad que destruye al mundo, emerge como
principio de una humanidad nueva y viene a ser así una prefiguración de Cristo. En la Torá y
en el Tanaj, incluso en los Sidurim, nunca mencionan a Noaj como un patriarca
(como Iaakov, Abraham o Itzjak) ya que estos últimos tuvieron la valentía de
enfrentarse a Dios discutiendo con Él, Noah solamente obedeció las órdenes,
dejando que millones de personas mueran.
1. Las tradiciones del Génesis. Si la explicación
popular relaciona el nombre de Noé (Noah) con el verbo Naham (consolar), es quizá
por alusión al viñador Noé (Gén 9,20), cuyo vino consuela a los hombres de su
penoso trabajo (5, 29). En realidad, la consolación de Noé viene de las
palabras por las que Dios, después del diluvio, se compromete a no maldecir ya
a la tierra (Gén 8, 21). A pesar de la benevolencia divina, el hombre puede
todavía fallar, como un Noé embriagado, padre de un Cam de malas costumbres
(Gen 9, 20-25). A través de Cam se condena a Canaán: sus cultos
licenciosos, asociados a la embriaguez, se oponían a la vigilancia, cuyo modelo
debía ser Noé. Noé en tanto que héroe del diluvio, aparece como el justo por
excelencia. Gracias a su justicia logra escapar de la ruina de un mundo
condenado, y reconciliar con Dios a la tierra y a sus habitantes. La tradición
sacerdotal vio en esta reconciliación una alianza de amplitud universal (Gen
9), extendida al conjunto de los descendientes de Noé (cf Gen 9,1; 10,32).
2. Los profetas y los
sabios acentúan diversamente el valor ejemplar de los rasgos de Noé. Si bien éste aparece
como un testigo de una responsabilidad estrictamente personal delante del
juicio (Ez 14, 14), sin embargo, su alianza con Dios, es la prenda de una misericordia
paciente (Is 54, 9s). Más allá de los juicios temporarios, habrá siempre un
resto, al que se preservará para garantizar la continuación del designio de
salvación. Noé es el tipo de este resto (Eclo 44,17), que constituye el pueblo
justo y estará finalmente representado en la sola persona del Mesías. El justo
salvará al mundo como Noé en tiempos del diluvio cuando “la esperanza del
universo se refugió en un frágil esquife… y dejó en el mundo el germen de una
generación nueva” (Sab 14, 6; cf 10, 4s).
3. En el Nuevo Testamento
es Noé, según el evangelio, un modelo de vigilancia; contrariamente a sus
compañeros despreocupados, vivió en la espera de un juicio de Dios (Mt 24, 37ss
p). Todavía más claramente, la Carta a los hebreos lo presenta como el testigo de la fe frente a la incredulidad; el justo que
creyó con la sola garantía de la palabra de Dios (Heb 11,7). En las cartas de
Pedro aparece Noé bajo aspectos nuevos. No sólo es justo en sí mismo, sino
también heraldo de la justicia divina que anuncia a los hombres la inminencia
del juicio (2Pe 2,5; cf. 3,5). Este juicio sólo pesa sobre el mundo malo. Noé
emerge de él como el tipo del hombre salvado en Cristo, puesto que la salvación
que le es otorgada prefigura la salvación por las aguas del bautismo (1Pe
3,20s).
Los hijos de Noé
Los hijos de Noé fueron los progenitores
de una nueva humanidad. Con todo, no fue ésta una humanidad moralmente
renovada. Babel vendría a demostrarlo.
La inclinación del corazón humano seguiría siendo hacia el pecado. Pese a esto,
Dios continuaría obrando en el curso de la historia para la realización de su
plan redentor. El capítulo 10 del Libro del Génesis pone ante nosotros una expansión de la raza humana con una clara dirección
hacia el fenómeno inverso: la concentración.
La llamada tabla de las naciones hallará su continuidad en la genealogía que nos conduce a Abraham
(11:10-26). Al analizar dicha tabla, debemos notar que no todos los nombres
corresponden exclusivamente a individuos. Algunos son indicativos de tribus o
pueblos, hecho que vuelve a aparecer repetidas veces en el Antiguo
Testamento: Jacob (o Israel), Edom, Moab, etc., son
nombres de individuos y de naciones. Probablemente algunos se refieren sólo a
pueblos, como parece desprenderse de la forma plural o dual de los mismos
(Kittim, Dodanim -4-, Mizraim -6-), mientras que otros pueden incluir a
personas y a ciudades (Assur -11- y Sidón -15-). El catálogo no es completo, no
pretende serlo. Su finalidad es mostrar que la nueva humanidad desciende de los
hijos de Noé y que, por consiguiente, constituye una inmensa familia que ha ido
creciendo y diversificándose. Si algún concepto se destaca en este pasaje es el
de universalidad. Esta lista de pueblos debe examinarse teniendo en cuenta no
sólo su origen común, sino también su destino, pues a todos los pueblos y
naciones llegaría la oferta de salvación mediante el Evangelio. En palabras de
Delitzch: "La idea del pueblo de Dios implica que se ha de mirar a todas
las naciones como participantes futuras de la misma salvación, y que han de ser
abrazadas con un interés de amor esperanzado, hasta entonces inaudito en el
mundo antiguo" {José M. Martínez.}
Antecedentes del relato
de Noé
Aunque este es el relato más conocido en Occidente, existen
otras antiguas narraciones con historias de diluvios:
En la mitología mesopotámica, Gilgamesh, antiguo
rey sumerio,
se encuentra con Utnapishtim, una
persona que sobrevive al diluvio. Noé sería una especie de Utnapishtim.
Además, relatos similares de un gran
diluvio en las creencias de los antiguos sumerios, chinos y babilonios.
Como sucede con el relato de Gilgamesh, es
posible que ambas historias narren un hecho común real.
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