Es Dios Quien Va a Pagar
Es Dios Quien Va a Pagar
El miedo a perder y el no querer preocupación, el no querer estrés, el no querer los sacrificios que implica el alcanzar cosas grandes, eso es espíritu de pobreza.
Aquel que es un verdadero empresario, no puede decir que cambiaría los problemas que tiene hoy ni dejaría su empresa, porque su satisfacción como empresario es diferente a la del mundo. El mundo trabaja por horas, pero el verdadero empresario trabaja, no por horas, sino por resultados. No importa cuántas horas tome, porque es Dios quien va a pagar.
Un verdadero empresario jamás cambiaría la libertad de escoger para dónde va, cuánto alcanza, cuánto logra, para quedarse en un lugar fijo y depender de que otro diga y que otro determine. Jamás en la vida. Es cierto que esto implica preocupación y riesgo, pero no podemos decir que no nos vamos a atrever a arriesgar, que no nos vamos a atrever a hacer todo lo que Dios tiene para nosotros, por miedo, o por preferir no tener el estrés o la ansiedad.
Vive con el estrés. Vive con la ansiedad. Vive con la ocupación. De lo contrario, lo único que habrás alcanzado en tu vida será quietud. ¿Es eso todo lo que quieres? Entonces, entrega todo, y vive con tu quietud.
Una empresa te va a costar más horas. Unos hijos te van a costar ceder a tus sueños para alcanzar los sueños de otros. Una familia te va a costar entregar comodidades. Una mejor casa te va a costar ahorrar, y preocupaciones. Pero no puedes cambiar la pasión, el deseo, de ser todo lo que Dios quiere que tú seas, por un poco de quietud.
Tú fuiste hecho para cosas más grandes. Fuiste hecho para hacer cosas más grandes con tu vida, para prosperar, para progresar. Aspirar a algo grande te va a costar sacrificio; todo lo bueno tiene sacrificio, pero jamás dejes de alcanzar tan solo por eso.
La biblia dice que los dolores de parto de una madre no se comparan con la alegría del momento en que ponen esa criatura sobre ella. No importa el dolor que haya pasado, el tener esa criatura en sus manos trae una satisfacción, una alegría, que no se compara y que vale el esfuerzo.
No te puedes quedar a la mitad de lo que Dios quiere que tú seas. Si tu miedo es no lograrlo, mejor muere en el intento. Y, cuando hay preocupación, lo mejor que puedes hacer es tirarte de rodillas y adorar al Dios Todopoderoso y servirle a él, y la preocupación se va. Cuando hay cargas sobre tus hombros, entrégalas al Señor, para que él se haga cargo de ellas.
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